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Director
Director
Reparto
Noriko Mamiya
Koichi Mamiya
Fumiko Mamiya
Shukichi Mamiya
Shige Mamiya
Tami Yabe
Takako
Nobu Tamura (as Toyoko Takahashi)
Nishiwaki
Sinopsis
En el Tokio de la posguerra, los miembros de una familia convencional llevan una vida tranquila y serena. Su única preocupación es la soltería de Noriko, la hija mayor, que ya tiene 28 años. Pero la sociedad está cambiando, y Noriko, que trabaja y se divierte con sus amigas, no siente la menor necesidad de tener un marido. Sin embargo, su hermano considera muy imprudente la actitud independiente de la chica.


Título original麦秋
Calificación de TMDb8.1 51 votos
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«El Comienzo del Verano» significa el retorno del director a su serie de obras «estacionales», cuyo periodo del año se referirá a las emociones de los personajes y el enfoque de la historia; ésta se abre con un hermoso plano de la costa de Kamakura comenzando en un soleado día dentro del hogar de la familia Mamiya, compuesta de los padres (Shukichi y Shige), el hijo mayor (Koichi), la esposa (Fumiko) y los dos hijos pequeños de éste (Minoru e Isamu) y la hija menor, Noriko, secretaria en unas oficinas de la ciudad y de nuevo pieza central de todas las tensiones y acontecimientos que se irán desarrollando a lo largo del argumento.
Como en «Primavera Tardía», el tema a tratar es la necesidad de contraer matrimonio de la joven, que ya cuenta 28 años; será la visita de un anciano tío de la familia la iniciadora de toda esta vorágine de incertidumbre. Pero Noriko, como antes vimos, es una mujer perteneciente al Japón de la modernidad, ese que ha sido ocupado por lo extranjero, donde los carteles en inglés se acumulan en las calles, la coca-cola ha sustituido al té y las chicas tienen como modelos a las exhuberantes actrices de Hollywood. Traidición y modernidad colapsan causando la tristeza, la amargura y la contrariedad de la familia.
Mientras las madres miran a un pasado mejor y se sienten invadidas por la pena de haber perdido a un hijo en la guerra (en la que el mismo director ha tomado parte y ha vivido de cerca), los niños crecen sin la debida atención, volviéndose maleducados, codiciosos, exigentes y rebeldes, y la sociedad femenina se divide en dos grandes grupos: el de las solteras y el de las casadas. Ozu, soltero y en convivencia con su madre, critica con afilada mordacidad los inconvenientes del matrimonio (el recelo, la calumnia, el rechazo) y los perjuicios que éste acaba creando para la sociedad en general y la familia en particular, pese a la continua insistencia de sus miembros de mantener las nupcias tradicionales.
Noriko vive atada al conservadurismo cuando sus ideales son liberales; queda poco para que la mujer viva una liberación absoluta en la nación, pero la influencia americana ya ha cambiado su manera de pensar, hablar y vestir, y dicha influencia se considera desviada y degenerada por los fanáticos ultranacionalistas de los primeros tiempos de la era Showa. Las mujeres casadas, con el kimono tradicional, se separan de las solteras (literalmente mostrado en la cena de Noriko con sus tres amigas), quienes ya no pertenecen a su mismo mundo; el matrimonio se acepta con resignación pero en absoluto está relacionado con la felicidad.
Tras una primera hora de duda, se desata la tristeza y la atmósfera se acidula en el seno de los Mamiya, cuyo punto de inflexión será una barra de pan a la que Ozu, en un alarde técnico sorprendente dentro de su estilo, se acerca por medio de un suave travelling (a todas luces representando una lágrima por la ruptura inevitable entre una generación y otra, que es lo que simboliza ese pan partido por la mitad). Este movimiento fluido de cámara vuelve a introducirse entre las habituales tomas estáticas del cineasta mientras las conversaciones se desarrollan con auténtica naturalidad y se presta la más inmensa atención a los más mínimos detalles.
Una mirada a través de un ventanal, un gesto, una lágrima inesperada, todo ello formando parte del marco de sutiles emociones expresadas con gran intensidad por Ozu, quien vuelve a contar con la presencia de un Chishu Ryu aquí muy irritante, los correctos Ichiro Sugai y Hiroshi Nihonyanagi y esas maravillosas Haruko Sugimura, Chieko Higashiyama, Kuniko Miyake y Chikage Awashima. Y por encima de todos ellos una Setsuko Hara encantadora y de preciosa sonrisa que vuelve a ejemplificar a la fémina del Japón de la posguerra; la diferencia esencial con la Noriko Somiya de «Primavera Tardía» es que aquí su personaje tiene la oportunidad de elegir por su propia voluntad.
Sin abandonar los patrones del estilo «narusiano» al que se aferraría desde finales de los ’40, Ozu factura sirviéndose de su habitual sensibilidad y pulso tras la cámara (con la que ejecuta más movimientos que nunca durante ésta, su segunda etapa), otro elegante, denso y trágico (el matrimonio como sinónimo de quiebra familiar) melodrama costumbrista dentro de la convulsa sociedad japonesa del momento.
La próxima vez que veamos a Noriko será en la magistral «Cuentos de Tokyo».