La mitad de la realidad

Avieso Huesomarzo 29, 2018Vistas 3580

«La realidad sin imaginación, es la mitad de la realidad»

Luis Buñuel Portolés (1900-1983) es, fue y será uno de los mejores y más grandes genios del séptimo arte. Su cine surreal, original, simbólico, abordó diversos géneros, desde comedias satíricas, dramas de corte neo-realista, farsas o pasionales melodramas. Enfocó sus más líricas criticas a la burguesía y a la religión, dándole a toda su obra el discreto encanto de su toque maestro.

Nació estrenando siglo en el pequeño pueblo de Calanda, en la Teruel que tres décadas antes gestó al precursor Segundo de Chomón. Primogénito de siete hermanos, su padre tras hacer fortuna con ferretería y armas en Cuba, regresó a su tierra natal donde contrajo nupcias con una mujer 30 años más joven que él. Esto permitió a Buñuel disfrutar del palco familiar en la ópera de Zaragoza, una impresionante colección de fotografías estereoscópicas o jugar con linternas mágicas y teatros de cartón.

Cursar estudios en los jesuitas le marcó profundamente en su devenir personal y artístico. En 1917 se trasladó a Madrid para estudiar Ingeniería Agrónoma. En la residencia estudiantil entabló amistad con Dalí, Lorca, Alberti y Juan Ramón Jiménez entre otros, evidentemente abandonó ingeniería y se licenció en Filosofía y Letras.

Retrato de Buñuel por Dalí

Aunque en Zaragoza durante su niñez visionó dibujos animados, parlantes y en colores, según su testimonio fue «Tres luces» de Fritz Lang la obra que lo impulsó a dedicarse al cine. Durante un tiempo trabajó como asistente de dirección y guionista para reconocidos directores franceses, mientras estudiaba técnica cinematográfica en la academia de cine de París. Fue por ese entonces cuando junto a su amigo Dalí se les ocurrió la idea de «Un perro andaluz«, su inmersión en el surrealismo.

El surrealismo es (lo digo de carrerilla) una filosofía cargada de creatividad intelectual e ingeniería visual, que destrozaba los tradicionales conceptos de expresión y normativa, concediendo una importancia esencial a los mundos oníricos como reflejo de una lógica que dormitaba en la capacidad subconsciente del individuo. ¡Toma ya!

“A veces digo que el surrealismo triunfó en lo accesorio y fracasó en lo esencial… Reconocimiento artístico y éxito cultural que eran precisamente las cosas que menos nos importaban a la mayoría. Al movimiento surrealista le tenía sin cuidado entrar gloriosamente en los anales de la literatura y la pintura. Lo que deseaba… era transformar el mundo y cambiar la vida. En ese punto –el esencial– basta echar un vistazo alrededor para percatarnos de nuestro fracaso.” – Cita de Mi último suspiro.

Para su segundo trabajo «La edad de Oro» (1930), que le daría el reconocimiento definitivo como director, volvió a contar con Dalí pero este, enfrascado en otros proyectos con Gala, no estaba por la labor provocando su distanciamiento. Para la extrema derecha tampoco pasó inadvertida, aunque su exaltada crítica no resultó tan benévola, atacaron los cines donde se proyectaba y las autoridades francesas prohibieron la película requisando todas las copias hasta 1980.

Recibió una invitación de la MetroGoldwynMayer para estudiar el método de realización americano y más tarde, contratado como responsable de sincronización por la Paramount, volvió a España al proclamarse la Segunda República. Rodó «Las Hurdes» (1933) financiado por un amigo pero su imagen denigraba España y la República la censuró por miedo a la Falange y la derecha española que ya andaban revoltosos. Buñuel colaboró en la medida de sus posibilidades con el gobierno republicano, entre otras cosas con el documental «España leal en armas« (1937), al estallar la guerra civil se vio obligado a exiliarse en el continente americano.

Su destino fue EEUU, allí trabajó en el MOMA seleccionando películas de propaganda antinazi, el primer encargo que le endosaron fue la reedición de «El triunfo de la Voluntad» (1935) para hacerla más breve y accesible a los miembros del gobierno americano, con el objetivo de que estudiaran el potencial del cine como instrumento propagandístico (Indicativo del nivel de la clase gobernante). Afortunadamente fue despedido en 1943 a raíz de la publicación del libro «La vida secreta de Salvador Dalí» donde este le tachaba de ateo e izquierdista. Estuvo un tiempo trabajando para la Warner Bros como jefe de doblaje, incapaz de concretar ninguno de sus proyectos cinematográficos, aprovechó un rocambolesco rodaje truncado en México para volver a dirigir una película.

«Gran Casino» (1947) inauguró su etapa mexicana, a pesar de ser un rotundo fracaso surgieron otros proyectos, que unidos a la concesión de la doble nacionalidad, animaron a Buñuel a intercalar estas películas de encargo con las suyas propias y volver a poner en marcha su creatividad con «Los olvidados» (1950) que al fin le supuso el merecido reconocimiento internacional (actualmente es considerado uno de los tres filmes Memoria del mundo por la UNESCO).  A pesar de que a los ultra-nacionalistas mexicanos (como no) les disgustó el retrato que hacía de su país, no tuvo problemas en lograr financiación para sus siguientes obras, que si bien no fueron todas bien recibidas si fueron consideradas y valoradas por la crítica.

Pudo regresar a España para rodar «Viridiana» (1961), ganó la Palma de Oro y en este caso fue el periódico del Vaticano el inquisidor, la tachó de blasfema y sacrílega, razón por la que la censura española la prohibió.  Tras esta filmó «El ángel exterminador» (1962) una de sus obras cumbre.

En su etapa Mexicana varias de sus películas ya fueron de producción francesa, pero su verdadera entrada en la cinematografía franca se produjo con «Diario de una camarera» (1963). Allí sus estrenos eran acontecimientos culturales, por lo que en esta última etapa se le concedió plena libertad creativa y recursos. Con el «Discreto encanto de la burguesía» (1972) se convirtió en el primer director español en ganar el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

Centro Buñuel Calanda, expresión del surrealismo en cada detalle

Centro Buñuel Calanda, expresión del surrealismo en cada detalle.

En 1982 publicó sus memorias «Mi último suspiro» falleciendo un año después en México. Sus cenizas fueron esparcidas en el Monte Tolocha en Calanda, el pueblo que lo vio nacer y alberga el Centro Buñuel de Calanda (CBC), magnífico museo cuya visita recomendamos.

“Algunos sueñan en un universo infinito, otros nos lo presentan como finito en el espacio y en el tiempo. Heme aquí entre dos misterios tan impenetrables el uno como el otro. Por una parte, la imagen de un universo infinito es inconcebible. Por otra, la idea de un universo finito, que dejará algún día de existir, me sumerge en una nada impensable que me fascina y me horroriza. Voy de una a otra. No sé.” – Cita de Mi último suspiro.

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